


1- Los maestros de hoy en día se enfrentan a una generación de estudiantes educada por factores contrarios a lo planteado por la educación tradicional, es por esto que en el aula los educadores (o al menos los de más edad y los que no se reeducan) no encuentran que hacer para llegarle a los estudiantes. Se debe, entonces, replantear las prácticas del sistema educativo y encaminarlo a las nuevas generaciones que acuden al aula.
2- Las nuevas generaciones se han educado por un torrente de sensaciones y percepciones dirigidos principalmente a lo visual, asimismo, reciben conocimientos derivados de muchas fuentes que terminan siendo valiosos pero inconexos. De aquí que el educador debe servir de agente conector entre los estudiantes, los conocimientos y la escuela. Lo anterior solo se alcanza si el docente realiza un proceso de nivelación con esa cultura del espectáculo, es decir se vuelva parte de la cultura del espectáculo.
3- La escuela no puede seguir negándose a las nuevas formas comunicativas, de igual manera, que no puede justificar prácticas arcaicas en pro de la tradición. La imagen es una herramienta reflexiva tan valiosa como la palabra y debe ser tratada por igual.
4- La principal propuesta de Ferres para afrontar la problemática de sintonía entre maestro y estudiante es la idea del principio de complementariedad, donde se explota la relación contradictoria entre emotividad y racionalidad, se debe integrar y conciliar.
5- El uso de la emoción como agente reactivo en los estudiantes da al maestro la posibilidad de despertar acciones, los alumnos de ahora formados por la facilidad del espectáculo necesitan más incitación al dinamismo, des ensimismarlos para que sean productivos.
6- El maestro que se preocupa por sus alumnos no puede lograr nada si no posee unos referentes teóricos que le permitan propiciar el desarrollo de buenas estructuras cognitivas, aquí es donde emerge la propuesta de Ferres de valerse de grandes como lo son Piaget y Freud, pues uno explica el cómo de las acciones y el otro explica el porqué. El conocer los deseos de los primarios a los secundarios dota al docente de posibilidades para despertar la acción en el estudiante.
7- En la actualidad no basta con abarcar grandes proporciones de conocimiento si se quiere ser un buen maestro, el docente del espectáculo debe, también, conocer el ambiente que le rodea, la situación y su contexto, pero lo más importante es que conosca a sus alumnos (tarea difícil por cierto) para que pueda dirigir los deseos de cada uno.
8- El desarrollo de estrategias de enseñanza es un método increíblemente enriquecedor en muchos aspectos, permite el desarrollo de capacidades que potencias al docente y, del mismo modo, el aplicar las estrategias a los alumnos posibilita la comprensión más detallada de las formas de aprendizaje y entorno en que se desarrolla la mediación pedagógica.
9- Es la expresión (la palabra y la imagen) la que sirve de activadora en el interés del alumno, no es la tecnología la que impulsa las ganas de aprender (muy bien podría ser completamente ineficaz) se debe pensar en palabras y en imágenes dejar que la naturaleza del pensamiento emerja sin restricciones, evaluar a los alumnos y evaluarse a sí mismo.
La necesidad por encontrar metodologías que permitan el mejoramiento del aprendizaje conlleva a tomar decisiones que modifican la forma en que se enseña a través de los años. Aunque se espere que estos cambios sean para mejorar la calidad educativa algunas veces pueden acarrear un resultado completamente contrario.
El primer capítulo del texto Aprender a leer[1], de Bruno Bettelheim y Karen Zelan, permite a quienes lo leen plantearse interrogantes sobre la calidad de los métodos pedagógicos que se utilizan desde algún tiempo en la educación norteamericana. Asimismo, se ve como las practicas de enseñanza de lectura han ido desmejorando con cada reforma que se aplica, puesto que se ha pasado de una enseñanza de gran cantidad de palabras a una instrucción cada vez más reducida de vocablos, muchas veces marcados por la censura y el miedo a ofender creencias o pensamientos.
Resulta interesante comparar el contexto educativo de los Estados Unidos (reseñado en el texto) con la realidad educativa Colombiana. En el escrito se mencionan, en general, casos de aprendizaje de la lectura que bien podrían darse en cualquier lugar del mundo, por lo que podemos hacer una revisión desde la perspectiva latino americana.
En esa línea, el libro clarifica que uno de los problemas más comunes en la adquisición de la habilidad de lectura es que el niño no siente que el aprender a leer le resulte en una acción satisfactoria (al menos después de las primeras etapas donde se descifra por el gusto de usar una habilidad recién adquirida) De la anterior situación podríamos plantear los interrogantes sobre si ¿los niños colombianos son recompensados adecuadamente al adquirir su habilidad de lectura? ¿Tienen, esos niños, lecturas que aviven el interés por adentrarse aún más en este nuevo mundo de escritos?
Para responder a estas preguntas, es posible remitirse a al momento que se era estudiante y recordar el cómo se enseñaba a leer en ese entonces. En aquellos tiempos (aproximadamente entre 1990 y 1995) la cartilla de lectura era la principal herramienta para el maestro, frases como “Mi mamá me mima” o “ese enano malo no me anima, ni sana mi mano” son comunes entre los estudiantes de esa época (incluso de épocas anteriores) pero realmente un niño de edades entre 4 y 7 años ¿ve sentido en estas frases? Personalmente nunca estuve muy seguro de lo que querían decir esas frases de rima continua que parecían trabalenguas, pero ¿si mi mamá me mima porque buscar un enano malo que me anime y sane mi mano? Talvez lo más alarmante sea que incluso hoy, terminada la primera década del siglo XXI, el método de repetición es el mismo de principios del siglo XX.
Bettelheim, nos muestra que en su experiencia con niños algunos de estos sentían aversión hacia las lecturas sin sentido[2] (como en las nombradas anteriormente) por lo que se intuye que está metodología educativa, tan arraigada a la tradición de la enseñanza, no goza de interés por parte del alumno que potencialice el proceso y permita un interés que mantenga constante el aprendizaje.
Por otra parte, una de las cosas con las que discrepo de este texto es cuando el autor afirma que al preguntarle a los niños sobre las lecturas del colegio ellos respondieron unánimemente “que, de depender de ellos, jamás leerían semejantes porquerías”[3], es curioso pensar que un niño de primer grado utilice ese tipo de palabras, y aun cuando las utilizaran, no creo muy posible que lo hicieran por “unanimidad”, como afirma el autor, dado que, es realmente difícil logran un consenso entre un grupo de estudiantes de esa edad. Para probar mi punto, propongo como ejemplo la experiencia de algunas prácticas pedagógicas en las que participaron compañeros de la carrera, en ellas, algunos estudiantes, de primer grado, tenían problemas hasta para limpiarse el trasero por sí mismos, ahora como se espera que tomen decisiones unánimes sobre una temática que se presta a diversas interpretaciones y puntos de vista variados.
Nunca he sido bueno recordando (quienes me conocen sabrán entenderme). Es muy difusa mi primera experiencia formal con la lectura, no sé si realmente sea correcto decir que la que rememoraré sea la primera, pero estoy seguro que es la que aún persiste en mi mente (y eso ya es mucho).
Al parecer, era un atardecer frío (¿o quizá una mañana?) la punta de mis dedos suplicaban por un descanso y algo de calor, la sabana de Bogotá puede inclemente con los que no se abrigan. No me importaba seguir hojeando durante horas en mi adorada pila de imágenes a color. Revistas, le decía mi padre, me encantaban las revistas, mucho más que los monocromáticos periódicos. Los periódicos no me gustaban, talvez porque mis pequeños brazos no eran suficientes para abarcar la inmensidad de aquellos pliegos de papel. Las revistas, en cambio, eran adecuadas (por no decir perfectas) para mis aún cortas extremidades. National GeographicyMuy Interesante eran mis magacines favoritos, las ideas de la ciencia y el mundo natural siempre fueron fuertes en mi gusto personal, las coloridas panorámicas del mundo y los grandes acercamientos de los insectos eran mis cuadros preferidos.
No obstante, sentí gran curiosidad por los símbolos extraños que acompañaban las fotografías, letras, según escuche de mi mama. Esos signos se volvieron una obsesión para mí, tenía que saber por qué estaban hay, por qué perturbaban la simpleza y la grandeza de mis queridas imágenes.
Cuan equivocado estaba, tendrían que pasar algunos años, hasta que mi mente madurara lo suficiente, para entender que detrás de esas anomalías en mis fotografías se encontraba la llave que me condujo (desde la comodidad de mi hogar) a las grandes llanuras de África, a los helados picos del Everest y final mente a un universo infinito de mundos que podía conocer sin la necesidad de una sola imagen, mundos tan bastos que necesitarían de millones de imágenes para ser contados.
En aquella época todo era más simple, me levantaba, comía, jugaba, comía, veía revistas, comía y me iba a dormir. Eso era todo en mi vida.
Al cabo de un tiempo, la simpleza de mi existencia se vio truncada. Un día me dijeron que comenzaría a ir al "jardín". ¿Jardín? -pensé- ¿para qué? tenemos uno en la casa. Dos días después resulte en un cuarto lleno de pinturas y cosas de colores, donde nos cuidaban unas señoras a las que les decían “profe” y una cantidad de niños que correteaban por todos lados. Yo estaba muy asustado (al parecer lloré de miedo) es que todo era extraño y confuso. En general, el día trascurrió así, se acercaba la tarde, hasta que la “profe” nos pidió que nos reuniéramos a su alrededor unos minutos después todo aquello que me rodeaba y asustaba desapareció, pues unos momentos después supe lo que era un cuento.